Cuando hace algún tiempo entrevisté al Senador Ricardo Lagos Weber sobre su proyecto que busca la despenalización del autocultivo y porte de marihuana, me parecía un saludo más a la bandera del progresismo, dado a que Chile se caracteriza por ser un país con amplios consensos en materias de mercado, pero que no consigue ni un cuarto de estos en derechos individuales.
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Sin embargo, somos un país de la periferia y por lo tanto, bastante dependiente de lo que sucede en la democracia del norte. Lejos de ser contagiados por la mentalidad de José Mujica y del discurso de Cardoso en la Cumbre de las Américas para el combate al narcotráfico que incluso Lagos Escobar planteo como el camino, lo que aconteció en los Estados de Colorado y Washington es un verdadero “norte” para los que estamos en el sur.
La legalización de la marihuana para usos no solo medicinales, sino recreativos en EE.UU sienta un precedente que cambia de forma radical el tratamiento que se le dará, desde ahora, a la cannabis.
La planta satanizada, como otrora fue el café, comenzará salir del gastador “in door” para de cara al viento ser investigada, valorada por sus aportes y de esta forma entrar en sociedad.
Como todo producto que entra en el mercado de la compra venta, tendremos desafíos importantes. Conocemos el problema del monocultivo en los campos, la privatización de la semilla por gigantes de la agroindustria, la transgenie, el abuso de pesticidas y la colosal industria de la manufactura.
Todo lo bueno que podría tener, comienza a ser puesto en entredicho por la masificación que la convierte en un producto más del entretenimiento como pudiera ser el alcohol o el tabaco. Ese consumo cuidadoso y bajo el “manto de la noche” de la ilegalidad, tiene lo malo de estar fuera de lo permitido, pero lo bueno que tienen lo acotado.
Si bien hemos hablado de la huella de carbono que provoca generar cosechas en base a iluminación artificial, ventiladores y espacios no aptos para el cultivo, tenemos ahora la posibilidad de trasformar la planta en un mercado en base al lucro, con todo lo que eso significa para los ecosistemas.
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Es por eso que antes de que combatamos el narcotráfico, la ignorancia de los prejuicios y salgamos de la dirección obligada del alcohol y el tabaco como únicas sustancias permitidas, debemos combatir nuestras propias expectativas como potenciales usuarios.
Hemos promovido la huerta vertical, la que se hace en un metro cuadrado, la de hortalizas, la de plantas medicinales, sin que se haya masificado y a causa de varios problemas ligados a la vida en la ciudad. Pero, de forma muy de primera primera fuente, puedo dar fe que es una cuestión de costumbre mantenerlas con vida y salud.
Digo esto puesto que si en algún momento Chile se logra subir al carro de la victoria de la despenalización, y es más, de la legalización de la marihuana haciendo eco de lo que dicta la democracia estadounidense, podamos exigir que se hable de autocultivo, para de esta forma responsabilizarnos tanto de su producción como de su eventual consumo.
De esta forma el impacto en los suelos, la economía y las libertades individuales podrá ser sopesado por cada uno de los ciudadanos.
Que el Estado cuente con un registro de compradores y monopolice el mercado, parece no ser el mejor de los modelos, como tampoco que se licite cual patente de alcoholes a privados.
Para que la marihuana, con su poder curativo, su versatilidad como materia prima ecológica y como alimento esencial con omega 3 y 6, mantenga sus propiedades y cultura promotora de una cosmovisión ligada a la naturaleza, debe potenciarse con la legalización y no perderse en el mercado en donde todo aumenta de precio mientras pierde su valor.
Les dejo con la opinión de una voz autorizada y sin época o de todas, sobre el tema:
Link: Cáñamo: Un recurso ecológico con alto potencial en la economía sustentable
La marihuana como alimento esencial