Siempre que pienso en Colón, el huevo, la reina, los indios y todo lo que nos han enseñado cuando niños, me viene una profunda tristeza. Es cierto que incluso un proverbio chino dice que si un árbol cae en medio del bosque y no hay testigos, ese árbol no hace ruido al caer. No sé si lo entiendo bien, pero el testimonio que otro pueda dar es la evidencia de que algo existe. Porque convengamos que el continente americano tiene más tiempo que la data de su “descubrimiento” y que los “indios” no son seres humanos que nacieron ayer, sin alma y salvajes a los cuales hay que adoctrinar y saquear, en vista y considerando la jerarquía del hombre blanco, del colonizador en la figura de ese primer ser “civilizado” que llegó desde las europas.
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Es violento pensar que la cosmovisión sustancialmente orgánica, que apeló y apela – a duras penas luego de este choque cultural que aún persiste hoy institucionalizado- al respeto de la naturaleza y al ser humano como parte de ella, se haya expulsado de estas latitudes de las formas más radicales y antiéticas. Las Venas Abiertas de América Latina, no es Avatar, porque lamentablemente no es un relato ficción, es un acontecimiento histórico que sucedió y que nos pasa la cuenta más que nunca en términos medio ambientales y por consiguiente humanos.
La disolución de las lógicas primigenias, esas que por el solo ingenio encontraron soluciones por lo demás convenientes y amigables para el medio ambiente, resultan hoy un nicho de consumo, y bueno no puede ser de otra forma. La natural inteligencia humana fue trocada por las técnicas modernas de explotación de la Tierra para el beneficio de ¿la comunidad?. #not. El asunto partió mal del comienzo. Desde la llegada extranjera en busca de riquezas que serían llevadas a la corona…
Conceptos como “sustentabilidad” y “ecología” parecen ser una nueva “moda”, un estilo de vida que puede comprarse en Amazon o contratarse a algún ingeniero agrónomo o eléctrico, y si bien todo esto se agradece, sabemos que el artificio viene a tapar este vacío, esta pérdida de conocimiento; la condena por haber exterminado al nativo, al humano que sin ilustración, sabía lo que se debe saber.
A 520 años del “Descubrimiento de América”, pareciéramos estar todavía en pañales, y cómo no, si se pasaron por alto todo el tiempo sin tiempo y borramos la historia de quienes fueron los primeros y que negándoles soberanía hemos sometido al exterminio de ellos, de nosotros y por supuesto de la naturaleza, de la Tierra y del mismo ser humano.
Si bien la tecnología y todos los avances que suceden a diario pueden ser utilizados en beneficio no podemos poner en duda que todo ese saber antiguo que desdeñamos es tanto y más necesario para continuar habitando el planeta sin resignarnos a su degradación.
La única forma de crecer, es atendiendo esa mirada ancestral que tiene por lo demás mucha razón. Es evidente que los métodos de producción, el modelo extractivo de exportación primaria a las economías del primer mundo, que hace aguas a pesar de su historia de hegemonía y prevalencia, y el sobreconsumo de artículos que resultan ser una nueva necesidad innecesaria, nos engancha a una realidad poco fundamental y nociva para conseguir el ansiado futuro verde.
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