Personalmente siempre me han gustado los besos. ¡No todos los besos! y en este punto soy muy exigente…
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Me gustan los besos besos; esos que conectan, calzan y que riman con crema o caramelo. En cambio, detesto esos besos que no consiguen formar el uno, sino que al contrario, son dos individuos con ritmos, lenguas y movimientos apartes, reflejados en dientes chocando, o lo que hacía la vecina con la que solía jugar al semáforo en mi infancia: una verdadera amigdalectomía con su lengua.
Me gustan los besos presentes y no los con ojos abiertos.
¿Quién habrá descubierto los besos? ¿Como se les ocurrió juntar boca con boca y meter la lengua? ¿Por qué cuando “tiramos” un beso juntamos los labios y hacemos un sonido después de separarlos?
Freud pensaba que los besos eran la búsqueda del pecho materno en los labios de otras personas: “Nos encanta besar porque el beso estuvo presente en nuestro primer gran amor”.
Por otro lado, las relaciones de pareja “exitosas” en el largo plazo se caracterizan por las demostraciones físicas de afecto. Donde el beso es parte importante de las conductas que puede implicar amar a otro. Esto lo comento en relación con la decisión consciente de amar activamente. Muchas veces veo pacientes que me dicen: -“es que se terminó el amor”-.
Frente a esto, el besar seguido y por largo tiempo ( los “piquitos” no valen) es beneficioso para la salud y aumenta un estado de bienestar general.
Dentro de los beneficios mas allá de lo emocional, que han sido investigados extensamente se encuentra que:
- Mejora la resistencia a agentes alérgicos
- Aumenta la resistencia fisiológica al estrés.
- El acto físico de besar tiene consecuencias a nivel de sistema nervioso parasimpático, relacionado con estados de relajo y confort.
- Ayuda a bajar significativamente los niveles de colesterol malo.
- Movemos más de 36 músculos.