Es un complejo tema el de los combustibles en un planeta que vive apremiado por producir y producir para un demandante consumo. La sociedad cada día genera mayor número de necesidades, muchas de ellas provenientes de la más acalorada creatividad, viendose obligada a continuar en una lógica, que a pesar de nuestras características humanas de las cuales tanto nos preciamos, parecen del todo irracionales.
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El petróleo y sus derivados producen una alta contaminación, por lo que se han buscado alternativas “limpias” para responder al volumen exigido por las industrias, empresas y usuarios de transporte. Uno de estos intentos son los biocombustibles que se consiguen mediante el procesamiento de semillas de maíz, soja, caña de azúcar, trigo, girasol y canola.
Todos estos alimentos, lejos de acabar con el hambre en el mundo han venido a corromper los hábitats de campesinos, que debiendo acceder al monocultivo, los transgénicos, los pesticidas de alto impacto medioambiental y en la salud humana, cambiaron radicalmente su estilo de vida y muchos han terminado sin tierras y hoy viven empobrecidos en la ciudad. Esta problemática ha caído sobre los gobiernos con bastante violencia. Paraguay es un buen ejemplo de los contras de este emprendimiento “verde”.
Ahora, postular una solución, obligatoriamente pasa por cuestionar el modelo neoliberal y el capitalismo que produce grandes concentraciones de sobredemanda y una creciente desigualdad.
En este momento nos encontramos utilizando 1,5 planetas para mantener el estilo de vida moderno. Para 2030 se prevé que ascenderá a dos planetas completos, lo que quiere decir que vivimos hasta la mitad del año con lo nuestro y después gracias a un sobreconsumo similar a si uno viviera sobregirado con un endeudamiento estructural a causa del crédito.
En el siguiente reportaje se analiza el impacto de esta estrategia energética, cómo afecta en los países de la periferia en su seguridad y soberanía alimentaria, promoviendo una nueva colonización, esta vez agraria.