Santiago sufre de una política de trasporte colectivo absolutamente errática, que provoca un colapso cotidiano, que a fuerza de costumbre ya ha sido naturalizado. Incluso, los usuarios pagan las alzas sin siquiera enarbolar algún tipo de crítica, salvo la de los cada vez más abundantes ciclistas que recorren las calles de Santiago, con lo peligroso que esto puede resultar, para capear el estrés de transitar en Metro, Transantiago, o los montones de taxis con sus temerarias e irresponsables maniobras de conducción.
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Y esto lo han constatado no solamente mis compatriotas y yo, sino también autoridades extranjeras como Mario Leal (59), embajador de México en Chile, que contraviniendo todo tipo de protocolo, decidió dejar estacionado el Audi A6, con chofer incluido, para pedalear todos los días los trayectos de ida y vuelta a su trabajo en la embajada.
Como cualquiera de los que nos aventuramos en la dura misión de llegar a nuestros trabajos montados en una bicicleta, ha debido soportar las precarias condiciones para los ciclistas. Pudo conocer en carne propia la carencia de ciclovías, o la irregularidad de las mismas, además de la imprudencia de los automovilistas, o la falta de voluntad de los peatones, que finalmente hace que debamos bajarnos y cargar la bicicleta por algunas cuadras.
“Uso de bicicletas” es otro botón de muestra, en la interminable guirnalda de la negligencia y falta de visión de ciudad, y de país. Puedo dar de fe que esta carta al director a nombre del arquitecto Sebastián Gray, publicada en el diario La Tercera, representa a un porcentaje bastante alto de ciclistas, que por las condiciones de menoscabo que sufren a diario en la capital de Chile, se han convertido en furiosos ciclistas:
“Señor director:
Como ciclista urbano vitalicio (hasta el día de hoy me transporto en bicicleta entre mi hogar, mi oficina y la universidad donde enseño) puedo decir lo siguiente: en Santiago no existe una red funcional de ciclovías, ya sean segregadas o demarcadas en las mismas calzadas de las calles.
Muchas ciclovías de la capital están vergonzosamente mal diseñadas y construidas, son un desperdicio. En general no sirven para recorrer distancias largas a velocidad razonable. Es imposible utilizar con seguridad avenidas principales, debido al evidente desprecio hacia la bicicleta por parte de choferes del transporte público, del transporte de carga y de taxis. En ciertos tramos no hay más alternativa que transitar por las veredas estorbando a los peatones.
Es cierto que ha surgido un renovado interés por la bicicleta, y una nueva generación de ciclistas incivilizados y desconsiderados con el peatón en la vereda. Hay que atajarlos.
Intentado poner orden, educar y mejorar sustancialmente las condiciones de los ciclistas de Santiago, quienes damos un ejemplo de fe y optimismo frente al panorama adverso del transporte urbano colectivo.
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Sebastián Gray
Arquitecto”
Sin duda, esta opinión no es aislada. La verdadera lucha a la que nos vemos sometidos los que hemos escogido utilizar como medio de transporte la bicicleta, es dura. Las 4×4, los enormes Transantiago que muchas veces desacatan las vías segregadas causando situaciones de alto riesgo para los pedaleros, los taxistas y sus hostiles manifestaciones de territorialidad, y por supuesto, a mí que soy mujer, los tantos choferes que se dedican a hostigar mientras una va en la bicicleta, se suman a la carencia de vías que de verdad garanticen llegar a destino de forma expedita y segura.
Y en cuanto a andar por la vereda, la dialéctica conductor vs peatón, se extrapola a las bicicletas, por lo tanto no es una alternativa atinada bajo ningún punto de vista.
Lo desalentador es que las ciclovías se hacen con el sentido “deportivo y recreacional” siendo que cada día somos más los que entendemos la bicicleta como un medio de transporte limpio y saludable, una oportunidad para cualquier gobierno que entienda medianamente que esta manera de transportarse por la ciudad, aminora las emisiones de carbono, el atochamiento, la dependencia energética y aumentan los niveles de bienestar y salud.
Esto ya fue comprendido en la década de los 70 en Holanda, donde tienen un estupendo sistema de de vías compartidas y segregadas para bicicletas.
Sólo hace falta abrir los ojos, dedicarse al “servicio público” y tener la voluntad política de implementar un diseño coherente con las nuevas formas de habitar de los santiaguinos. Ya saben “Somos caleta, andamos en bicicleta”.
Fuente: “Uso de bicicletas” (La Tercera)