Esta vez no me aventuraré a hablar de la semilla transgénica, ni a dar cuenta de lo que sucede con este tema en diversos países, como Hungría, que por decisión de Estado, no han accedido a incorporarla en sus fronteras. Hoy, me abocaré a hablar de un herbicida denominado Glifosato.
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La aplicación de glifosato mata las plantas debido a que suprime su capacidad de generar aminoácidos aromáticos, por lo tanto es un herbicida total, por eso es que ha sido utilizado en la “guerra contra las drogas” pues es capaz de exterminar los cultivos de coca y amapola, entre otras plantas que se utilizan en la fabricación de estupefacientes.
Monsanto, gracias a la modificación de las semillas de maíz, sorgo, canola, alfalfa, algodón, y trigo, utiliza sin problemas en sus cultivos el glifosato, ya que éstas lo soportan sin perecer, controlando malezas y plagas, aunque las primeras, conseguirían resistencia entre el cultivo y malezas, y según un estudio de American Journal of Botany, habrían conseguido resistencia entre maleza y maleza frente al agrotóxico, ambos fenómenos producto de la hibridación (lo que algunos campesinos denominan “contagio”).
Sin embargo, este uso tiene varios peligros para la salud humana según un estudio del Instituto de Biología de la Universidad de Caen en Francia, que concluyó en que causarían la muerte de embriones, placentas, y células umbilicales humanos in vitro aún en bajas concentraciones. La Unión Europea, además, calificó el agrotóxico como “peligroso para el medio ambiente” y “tóxico para los organismos acuáticos”.
El glifosato ha causado varios dolores de cabeza a la transnacional Monsanto. El 1996 fue acusada de falsa y publicidad engañosa de los productos derivados del glifosato, acarreando una demanda judicial iniciada por el fiscal general del Estado de Nueva York y el 20 de enero de 2007, Monsanto fue declarada culpable de publicidad engañosa por presentar al Roundup, marca patentada por la empresa para el glifosato hasta el año 2000, como biodegradable y alegar que el suelo permanecía limpio después de su uso.
Hoy por hoy, cada vez son más los apicultores que dicen que este plaguicida es uno de los factores más relevantes en el síndrome de despoblamiento de las colmenas, ya que estarían muriendo más del 50% de sus abejas. El glifosato no hace distinción entre plagas e insectos benéficos y este es el principal problema de su utilización. Albert Einstein dijo “sin abejas sólo quedarían 4 años para la Humanidad” es por eso que es bastante preocupante que esto suceda.
“Las abejas han disminuido desde la década de 1940, por lo que no es un tema nada nuevo”, dijo el Dr. Keith Delaplane, profesor de la Universidad de Georgia del Programa Miel de Abejas. ”Lo que es nuevo que es la tasa de declive. En los últimos tres inviernos, hemos visto una caída en picada que realmente nos llamó la atención. Esta disminución de las abejas va del mal en peor “, dijo.
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La gravedad de este asunto, va más allá de la pérdida de las bondades de la miel y otros productos extraídos de estos insectos. La principal misión de las abejas, a nivel mundial, es ser la encargada de polinizar el 90% de las plantas que sembramos. Los granos de café, la soja y el algodón son dependientes de la polinización por las abejas para aumentar los rendimientos. Es el comienzo de una cadena alimentaria que también sustenta las aves y animales silvestres. Pero los insectos, junto con otros polinizadores cruciales tales como polillas y sírfidos, han sido un grave declive en todo el mundo desde las últimas décadas del siglo 20.
Puede ser un agente importante en la tasa de mortalidad, el glifosato, pero con la nueva forma de llevar a cabo la agricultura, por medio de semillas genéticamente modificadas y patentadas, quizás la misión ancestral otorgada por la naturaleza a estos bellos insectos, está más que obsoleta, y por lo mismo, como dicen los estrategas, no es nada más que un “daño colateral” que deberá ser asumido en pos de alcanzar el ansiado y a veces escurridizo “progreso”.