Después de la aprobación del convenio UPOV 91, se han multiplicado en Chile las organizaciones en contra de la producción agrícola basada en transgénicos. Las críticas que se le hacen a los transgénicos tienen que ver tanto con problemas a la salud de los consumidores, como con problemas a la economía local.
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La campaña Yo No Quiero Transgénicos en Chile ha agrupado a una serie de organizaciones cuya propuesta es que la ciudadanía sea parte de las decisiones que se toman a nivel central (parlamento), especialmente en las leyes o acuerdos que afecten directamente la economía de los pequeños agricultores. Justamente la aprobación del convenio UPOV91 se realizó sin informar a la ciudadanía, y el tema ha sido mínimamente tratado en los medios de comunicación tradicionales.
Los alimentos transgénicos son organismos a los que, mediante las técnicas de la ingeniería genética, se le ha introducido genes o ADN de otras especies, mejorando ciertas características, como intensificar el rojo de la manzana, o reduciendo el tiempo necesario para que el vegetal madure, o para que sean más grandes o más dulces. La mejora de estas características ha sido la bandera de lucha de quienes apoyan que se utilice la ingeniería genética en la industria alimentaria, ya que, aseguran, se crean productos más fáciles de cultivar, lo que ayudaría por motivos obvios a los agricultores.
Quienes critican el uso de estas técnicas alegan que, por ejemplo, con la facilidad en la producción se reducen los puestos de trabajo, aumentando la pobreza rural, se pierde la biodiversidad agrícola, se pierde el estilo de vida campesino. Pero también tiene que ver con una problemática de salud, ya que estos cultivos necesitan de más plaguicidas para crecer y los habitantes de las zonas aledañas sufren las consecuencias de estar expuestos a los químicos, generando intoxicaciones y malformaciones en los que están por nacer.
En otros países de la región, como Bolivia, los gobiernos han apostado por mantener la soberanía alimentaria, a través de leyes que fomentan la agricultura tradicional. En Chile, en cambio, donde gran parte de la agricultura se encuentra en manos extranjeras, se hace urgente la existencia de organizaciones que den la cara para proteger lo que debería pertenecer a todos los chilenos.
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