Bajo el discurso de la Seguridad Alimentaria, científicos al servicio de la mercadociencia de los alimentos y de uno de los mayores grupos de inversionistas de Occidente, han estado creando, produciendo e introduciendo a los centros de distribución de viveres masivos, cultivos modificados, muy parecidos en su cubierta exterior a los ya consumidos y los han llamado Transgénicos. Rara palabra compuesta, que significa “trans” de atravesar, y “génico” de genes. Es decir, hicieron osados injertos genéticos, dentro de vegetales cultivados para generar mayores volúmenes en las cosechas y supuestas resistencias a plagas o micro organismos. Es así, como el negocio de las “semillas milagrosas”, y los “subsidios individuales” a granel, hoy son parte de las estrategias alimentarias de muchos países.
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Por cierto, dichas semillas, tienen entre muchas de sus “bondades científicas”, que las plantas que se derivan de ellas, son estériles y por tanto no generan semillas, una vez, que las siembras son realizadas, donde muchas veces no logran las grandes cosechas prometidas, como ha sido el cultivo de algodón en la India, los campesinos en su angustia de resembrar, deben comprarlas nuevamente. (La tasa de suicidios más alta del mundo por concentración poblacional, sorpresivamente apareció en los cultivadores de algodón de la India, y está vinculada al endeudamiento, frustración e impotencia, producto de las malas cosechas generadas a partir del uso de las semillas transgénicas del algodón).
Así mismo, la nueva súper ciencia de los alimentos modificados no se queda ahí, porque han logrado manipular genéticamente a distintos organismos a través del desarrollo de virus artificiales. Donde se tiene la presunción que dichos virus continúan activos, una vez que son consumidos por el ser humano, siendo capaces de causar o inducir mutaciones y ser carcinogénicos. Las explicaciones sobran para asegurar las bondades de esos productos injertados, pero nadie da cuenta, de lo que ocurre una vez que ya pasan al cuerpo humano.
El discurso de la Seguridad Alimentaria, que soporta las ventas de los transgénicos, hoy se desmorona ante la creciente preocupación por la defensa de la Salud Publica.
En los últimos 20 años han aparecido alrededor de unas 30 nuevas enfermedades y reaparecieron los antiguos males infecciosos como la tuberculosis, el cólera, la malaria y la difteria. El denominador común, es que esos agentes patógenos son ahora más resistentes a los tratamientos con medicamentos y antibióticos. Nuestra inmunidad natural a las enfermedades, ha mermado drásticamente, aun con los avances de las ciencias de la salud. Las defensas de nuestro cuerpo están directamente vinculadas, a nuestra actual alimentación.
Los cultivos de transgénicos se extienden en más de 140 millones de hectáreas de 26 países. Solo en los Estados Unidos el 93% de plantaciones de soya (o soja) son variedades transgénicas, así como el 83% del algodón y el 61% del maíz (con todas sus variedades de aceites), y en porcentajes similares a este último, todos los cereales usados para el desayuno, el tomate (en sus distintas presentaciones para salsas), ciruelas, manzanas, plantas de tabaco, trigo, cebada de la cerveza, frijol, arroz, papas, entre otros. La lista de los cultivos intervenidos para “mejorar” sus cualidades, es interminable. Lo que sí es cierto, es que nuestros cuerpos cada vez están más intoxicados por los transgénicos. Y solo el monopolio y los gananciales de las ventas de las “semillas milagrosas”, es lo que realmente hasta ahora ha importado.