PUBLICIDAD
Desde hace ya muchos años que he entendido lo importante que es controlarse con el asunto de la basura que uno genera y tratar de reciclar lo que más se pueda. Por lo mismo, en mi humilde departamento no ando tirando cualquier cosa al basurero, sino que separo todo lo que –por lo que cacho-no es recomendable mandar así no más a los vertederos. De esta forma, junto en un rinconcito de la cocina latas de cerveza, botellas de vino, bandejas de huevo, envases plásticos, cajas de cartón y un montón de otras cosas por el estilo. Pero claro, mi cuchitril no es para nada amplio y menos aún mi cocina. Por esto, tengo la constante preocupación de deshacerme de estos elementos rápidamente porque, honestamente, no cabemos todos bajo el mismo techo. Pero no se crean que el asunto es papaya, todo lo contrario, sobre todo si uno es un peatón empedernido.
Me explico. Vivo en el centro, cerca de la Casa Central de la Universidad Católica y no tengo auto (ni pienso tenerlo, porque aparte de contaminar es muy fregada esa cuestión del alcohotest). Así las cosas, lo ideal para mí es poder acceder a puntos de reciclaje caminando o –de ser necesario- en taxi, siempre y cuando no sea muy lejos. En teoría, no debería tener problemas para deshacerme de vidrios y envases de tetrapack, porque hay varios supermercados cerca de mi casa. Sin embargo, en la práctica la cosa no es tan sencilla. Esto, porque si bien hay bastantes contenedores para recibir el vidrio, estos muchas veces están llenos, lo que al final se traduce en que las botellas quedan botadas al lado de éstos hasta quizás cuando.
Me parece que en muchos casos los contenedores se llenan porque dueños de restaurantes y fuentes de soda botan sus botellas en éstos. ¡Así cae de cajón que se van a llenar! Sería bueno que estos muñecos reciclaran de otra forma dado el volumen de envases que manejan, claro está, mucho mayor al mío. En cuanto al tetrapack, no en todos los supermercados se pueden depositar. En mi caso, debo caminar cerca de cinco cuadras para llegar a uno que sí lo hace. Afortunadamente, no soy un gran consumidor de leche o jugos (supuestamente) de frutas; por lo que tantos de estos envases no se me juntan.
Ahora, cuando necesito deshacerme de latas de cerveza (las que por alguna razón se me juntan en cantidades industriales) y envases plásticos de agua tónica, la cosa se pone más peluda. Resulta que ni en los supermercados de mi barrio ni en los que están un poco más alejados hay contenedores para estos tipos de envases. Por lo mismo, no me queda otra cosa que acumularlos por montones y luego pedirle a alguna buena amiga motorizada que me haga la paleteada y me lleve a dejar estas cosas a algún lugar de acopio. Por lo general, termino yendo al Punto Limpio de Vitacura o a algunos supermercados de La Reina. ¡De La Reina! Obviamente, con estas distancias ni el más entusiasta y pudiente de los vecinos de a pie de mi barrio tomará un taxi para ir a dejar sus envases vacíos a alguno de estos sitios. Y ni hablar de tomar un bus del Transantiago. Porque créanme, a mí se me ha ocurrido subir con una bolsa gigante con latas de aluminio o botellas plásticas, y la cosa es tremenda. Con el meneo de la máquina, las paradas y el atochamiento de gente; uno termina con la basura repartida por el suelo y con la gallada reclamando por el olor y mirándolo a uno como el loquito que anda juntando envases.
Ni hablar de querer botar pilas, envases de remedios o chatarra electrónica. En esos caso, uno prácticamente está condenado a ir a Vitacura o algún otro lugar así de alejado. Se supone que en todas las farmacias deberían recibir los remedios vencidos, pero eso casi nunca pasa. En cuanto a las pilas, ni intenten botarlas en unos contenedores que hay en algunas calles del centro y que eran parte de unas paletas publicitarias, porque están todos rotos por la corrosión de las mismas pilas que nunca se retiraron. Al final, lo único que me ha funcionado más o menos bien y cómodo de reciclar han sido los cartones y el papel. Esto, porque los conserjes de mi edificio los juntan y así se hacen unas platas extras para su equipo de baby fútbol.
Curioso, por decir lo menos, este asunto de que sea tan difícil reciclar si uno se mueve por la ciudad a pie, en bici o en transporte público. Resulta que al final lo más fácil para reciclar es tener auto. O sea, hacer como mi vecino, que se sube una vez a la semana a su cuatro por cuatro -que da algo así como medio kilómetro por litro- y va a un supermercado que queda a dos cuadras y se deshace de dos botellas de vidrio y cuatro latas de aluminio. Así, estamos súper bien con el reciclaje.