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(cc) dandeluca
Si bien ya son parte del paisaje urbano de nuestras ciudades y contribuyen enormemente a evitar que papeles y cartones terminen en un vertedero sin la posibilidad de ser reciclados, muchas veces su accionar es errático y disgregado. Desorden, suciedad e ineficiencia a la hora de recolectar son algunos de los problemas que genera esta actividad, tan necesaria pero –al mismo tiempo- poco organizada y sistematizada.
Cada día de semana, al caer la noche, calles céntricas como Agustinas o Moneda –sobre todo cerca de las intersecciones con Ahumada, Estado y San Antonio- reciben cientos de inmensas bolsas negras llenas de todo tipo de papeles y cartones provenientes de las numerosas oficinas del sector. En una suerte de pacto no escrito, las empresas que hacen aseo en estas dependencias van bajando las bolsas con papel a contar de las ocho de la noche. Tomando en cuenta que la recolección municipal de la basura en esta área recién comienza a eso de las diez u once de la noche, esta ventana de tiempo –más la cantidad de papel y cartón existente en la basura- se transforma en un verdadero paraíso para los cartoneros.